
La tecnología les da la oportunidad y el talento lo ponen ellos. Reconvertirse a pesar de su discapacidad física, psíquica o emocional. Es la decisión que separa a personas con discapacidad de un empleo cualificado y mejor remunerado. Eso y las horas de estudio y preparación para formarse en datos, inteligencia artificial, ciberseguridad o la nube. Un sobreesfuerzo que, lejos de echarles para atrás, les motiva para convertirse en una nueva cantera frente al déficit de vacantes digitales. Un talento que suma enteros para cubrir el objetivo de la Unión Europea de alcanzar 20 millones de especialistas en tecnologías de la información y comunicación en los próximos seis años, como recoge el informe Digitalisation in Europe 2024 de Eurostat.
Para afrontar este escenario, fundaciones y organizaciones con el foco en la empleabilidad de este colectivo se han puesto las pilas. Ofrecen a todo el que llame a sus puertas educación tecnológica exprés y colaboran con empresas tecnológicas donde continúan su preparación. “Pueden invertir más de 1.000 horas en su formación. Todo un logro porque son personas sin estudios superiores previos ni experiencia en este campo. Se forman en empleos de alto valor con posibilidades de crecimiento y buena remuneración (de 27.000 a 50.000 euros brutos)”, apunta Mónica Cadenas, directora del programa Por Talento Digital, en Fundación ONCE.
Aunque muchas empresas son reticentes a su incorporación “más por miedo a los problemas que podamos dar que a lo que aportamos”, la tecnología alinea su valor “y empieza a no importar quién esté detrás de la pantalla, mientras resuelvas”, destaca Arturo Fernández, ciego desde los 15 años y consultor en accesibilidad en la tecnológica Atos. Otra empresa colaboradora en su formación es WatchGuard, cuyo vicepresidente global de colaboraciones estratégicas, Miguel Carrero, insiste: “Les necesitamos. Muchos de estos perfiles son excelentes. Su actitud y ganas de trabajar son difíciles de encontrar”. El directivo insta a las compañías a probarlos.
Cros Solutions es una de las firmas que no sólo probó este talento sino que captó por Linkedin a Javier Gómez-Lobo. Con una enfermedad incapacitante para seguir de gerente en una barbería y con el certificado de discapacidad, “me lancé a la ciberseguridad. Seguí un programa de la Fundación ONCE y, sorpresivamente, se me dio mejor de lo que esperaba”. Gómez-Lobo es tajante: “Da igual si no tienes un título académico. Esto va de querer aprender”. Para Rebeca Farré lo suyo con la ciberseguridad “ha sido un amor inesperado”. Un complejo cuadro de enfermedades autoinmunes la obligó a reinventarse y pasar de protésico dental a buscar dónde encajar.










